lunes, 2 de agosto de 2010

Pudor y mucho, muchísimo calor


Hola a todos.
Después de las vacaciones del mes de julio con Andrea en Albánchez (Almería), ahora toca estar solo en esta primera semana de agosto ya que Vanessa se la ha llevado a pasar este mes a Cangas con sus abuelos de Santiago de Compostela.
Es ahora cuando se agolpan recuerdos a modo de instantáneas en mi cabeza y por eso me he sentado a intentar contar algunas de las pequeñas grandes cosas vividas junto a mi hija en aquel recóndito lugar de la provincia que me vio nacer.
Todos los días íbamos a la piscina del pueblo, algunos días por la mañana y por la tarde. A la tarde, casi siempre entre los 38 y los 40 grados centígrados de temperatura, llegábamos casi exhaustos al bar que han abierto este año y que está justo al lado de la piscina. Tiene aire acondicionado y allí me tomaba un café con hielo antes de entrar al recinto.

-Papá hoy no quiero entrar al bar contigo.
-¿Por qué?, siempre dices que se está fresquito ahí dentro.
-Ya..., pero hoy..., hoy no puedo entrar contigo al bar.
-Entonces, ¿me vas a dejar solo?
-Mmmm... Bueno. Vale. Si no hay mucha gente, entraré contigo.
Al llegar a la puerta ella se adelanta, la abre un poquito y asomando su pequeña cabecita. Observa el interior...

-No puedo entrar.
-¿Por qué?
-¡Agáchate!

La miro con la paciencia que suelo tener en estos casos tan drásticos y me agacho para poner mi oído a la altura de sus labios para escuchar su explicación y con voz baja yo le pregunto y ella me responde:

-¿Qué pasa?
-¿Tú crees que llevando puesto solo la parte de abajo de bikini puedo pasar al bar para que me vean las tetitas?

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