jueves, 17 de marzo de 2011

El palo del miedo...


De todos los bichos que salen en las películas para impresionar, asustar, sorprender o dar asco a los espectadores, recuerdo hoy una escena de una de las películas de Indiana Jones en la que cae a un foso lleno de cobras y una de ellas se levanta amenazadora, quedando a escasos centímetros de la cara del actor.
No se si me impresionó por la edad que yo tenía por aquellos entonces o si por el contrario, la escena parecía tan real (pusieron un cristal entre la cobra e Indi) que parecía que en cualquier momento le iban a morder.

(...)

Siete horas de cualquier mañana de la semana...

A.- Papá, ¿eres tú?
P.- ¿Qué haces despierta a estas horas? Duérmete que aún no tienes que ir al cole.
A.- Es que no puedo..., he tenido un sueño malísimo.
P.- No te preocupes, ya ha pasado todo. Seguro que si te vuelves a dormir, no volverás a soñar nada malo.
A.- ¿Te lo puedo contar?

A esa hora de la mañana, generalmente, ando un poco apurado de tiempo y un poco "acelerado", pero, ¿quién puede resistirse a la tentación de escuchar un sueño, aunque sea un mal sueño?
Me armo de paciencia, pongo mis cinco sentidos en aerta máxima y me dispongo a escuchar el mejor relato que nunca un padre pueda escuchar (ya quisieran muchos guionistas...)

P.- Si quieres..., si me lo cuentas, seguro que te sentirás mejor y así podrás volver a dormir.

A estas alturas de nuestra profunda conversación, yo la tengo en brazos y ella está abrazada a mi cuello y su cabeza en mi hombro, un poco dormida, un poco confundida (sueño - realidad) y muy mimosa comienza su relato:

A.- Estaba en el colegio con dos niños de mi clase y no había nadie más. De pronto, unas serpientes nos empezaron a perseguir con su boca abierta y yo gritaba mucho. La puerta de mi clase estaba cerrada y entonces empecé a subirme por un mural y me caí una vez y otra vez intenté subir y gritaba mucho y me volví a caer y entonces fue cuando me mordió la serpiente y me desmallé.
P.- ¿Y tus amigos?
A.- No me ayudaban. Se fueron corriendo.
P.- ¿Y después qué pasó?
A.- Nada. Me desperté.
P.- Bueno, ahora todo ha pasado y ya no tienes que tener miedo. Mira, para volver a dormirte, imagínate que tienes un palo en la mano, porque si llevas un palo cuando caminas por el monte, si te encuentras con una serpiente, con el palo la sujetas por la cabeza y así nunca te morderá.
A.- ¡Ahhh!, ahora entiendo por qué los que hacen el camino de Santiago llevan un palo.

martes, 15 de marzo de 2011

¿Y cuando pida vivir las suyas?


En algún momento de nuestras vidas, a todos se nos ha pasado por la cabeza alguna que otra aventura (loca o sensata) que merecía la pena defender ante cualquiera e intentar realizarla con todo tu empeño y corazón.


(...)


A.- Papá, tengo que pedirte algo

P.- Dime, ¿qué quieres?


Silencio. Andrea no habla. Después de unos segundos, vuelvo a preguntar.


P.- ¿No me tenías que pedir algo?

A.- Si..., pero es que sé que vas a decir que no.

P.- Bueno, prueba. Pídeme y veremos qué es lo que te digo.

A.- Verás. Antes de decirme que no, déjame explicarme. A mí me gusta mucho hacer deporte de ruedas con mamá: patines o bicicleta y tú siempre dices que mamá no puede venir conmigo y yo no lo entiendo.


La mamá está presente y calla, observando la escena (diría yo que examinándome)


P.- Mamá no puede ir a patinar porque si se cae de culo, el hermanito...

A.- ¡Tú siempre estas igual! ¡Ya es hora que dejes a mamá vivir sus propias aventuras!



viernes, 11 de marzo de 2011

Y de mayor... ¿qué?


De pequeños, todos hemos pensado alguna vez cómo sería nuestra vida de mayor y casi siempre pensábamos en una profesión ideal que generalmente solía ser la de nuestro padre o madre o de algún conocido.

A.- Me estoy agobiando papá
P.- ¿Por qué?
A.- Porque siempre estoy pensando qué quiero ser de mayor.
P.- Pero ahora tienes que pensar en jugar e ir al cole a pasártelo bien con tus amigos y aprender muchas cosas.
A.- Ya...

(...)

A.- ¡Ya sé lo que quiero ser!: por la mañana bailarina, por la tarde espia y por la noche veterinaria

P.- ¡Vaya!