En algún momento de nuestras vidas, a todos se nos ha pasado por la cabeza alguna que otra aventura (loca o sensata) que merecía la pena defender ante cualquiera e intentar realizarla con todo tu empeño y corazón.
(...)
A.- Papá, tengo que pedirte algo
P.- Dime, ¿qué quieres?
Silencio. Andrea no habla. Después de unos segundos, vuelvo a preguntar.
P.- ¿No me tenías que pedir algo?
A.- Si..., pero es que sé que vas a decir que no.
P.- Bueno, prueba. Pídeme y veremos qué es lo que te digo.
A.- Verás. Antes de decirme que no, déjame explicarme. A mí me gusta mucho hacer deporte de ruedas con mamá: patines o bicicleta y tú siempre dices que mamá no puede venir conmigo y yo no lo entiendo.
La mamá está presente y calla, observando la escena (diría yo que examinándome)
P.- Mamá no puede ir a patinar porque si se cae de culo, el hermanito...
A.- ¡Tú siempre estas igual! ¡Ya es hora que dejes a mamá vivir sus propias aventuras!
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