
A la salida de un centro comercial te encuentras con mucha gente: a unas las conoces y otras te conocen a tí y a veces, hasta te saludan.
María, una compañera de mi trabajo, cometió el error de encontrarnos ese día.
María (M).- Hola. ¿Este es tu hijo?
Tx.- Sí.
M.- ¡Qué grande está! y qué guapo...
Presenté a V y después...
Tx.- Y esta es mi hija A.
M.- ¡Qué ojos! Eres muy guapa también.
A.- ¿Estas embarazada?
M.- ¿Cómo?
A.- Que si esperas a un bebé.
María, soltera y sin compromiso, nos mira un poco desconcertada pues aunque lleva una ropa un poco amplia, no está gorda; y con una sonrisita un poco forzada..., casi entre dientes, contesta:
M.- No. No lo estoy.
Nosotros nos sorprendemos por la pregunta y aunque no ocultamos una sonrisa intentamos explicar a nuestra hija que hay cosas que no se deben preguntar, pero antes de que la madre o yo empezáramos a hablar ella vuelve a tomar la iniciativa:
A.- ¿Tienes novio?
M.- ¿Eh?.., pues no (nos vuelve a mirar)
A.- ¡Vaya! Pues si quieres, en internet hay un sitio donde tu pones tu nombre y puedes buscar un novio.
A María le entra un poco de prisa y entre sonrisas se despide y se marcha mientras nosotros empezamos a recriminarle a nuestra hija que ciertas cosas no hay que...
A.- Ya lo se papá, pero también me has dicho que solo tengo que hablar con las personas que tú o mamá hable; y esa persona ha hablado, por eso yo le he preguntado.
*Dias después, bromeando, la compañera me aseguró que ese día estuvo pensando en la sugerencia de mi hija y que incluso le contó a su madre que hasta las niñas de 7 años eran capaces de oler a las "solteronas"